En 1960, a los 12 años de edad, después de la pérdida de su madre, Yolanda Pineda y sus hermanos vivieron con sus tías, quienes después de conocer al padre Wasson, decidieron gestionar su ingreso a Nuestros Pequeños Hermanos (NPH), donde fueron acogidos. Este acto no solo marcó el comienzo de una nueva etapa en sus vidas, sino también el inicio de un viaje de esperanza y transformación en un lugar donde el amor y el cuidado familiar se entrelazan para ofrecer un mejor futuro.
Al principio solo estuvieron mis hermanos, los cinco hombres, pero ya después dijo el padre Wasson que debía de ser toda la familia.”
Los primeros recuerdos de Yolanda en NPH son una mezcla de emociones: el dolor por la pérdida de su madre se mezcló con la alegría de reunirse con sus hermanos después de tres años y el cálido recibimiento del padre, una figura de gran amabilidad.
8 años después, Pineda completó su educación en NPH, culminando el curso escolar en 1968, con la intención de extender su servicio en Acolman por otro año. Sin embargo, sus planes cambiaron cuando su padre le pidió que regresara a casa para ayudarle. Así, Pineda terminó su servicio, se despidió del padre Wasson agradeciéndole y volvió a su hogar para apoyar a su familia.
Una vida dedicada al aprendizaje y la enseñanza
Posteriormente, Yolanda siguió una carrera como docente y psicóloga.
Estuve como maestra normalista en el Instituto Mexicano Regina, en Lomas de Reforma en la Ciudad de México… Ahí estuve trabajando diez cursos escolares. Simultáneamente estudiaba la carrera de Psicología por las tardes de 4 a 10 de la noche en la Metropolitana de Xochimilco. Soy segunda generación en la Metropolitana.
Durante ese periodo, Yolanda conoció a quién sería su esposo. Juntos formaron una familia y tuvieron una hija y un hijo, quien lamentablemente falleció cuando era un bebé. Después de separarse, Yolanda quedó al cuidado de su hija y continuó trabajando como psicóloga en el seguro social y brindando terapia de manera particular.
A través de su trabajo como psicóloga, Pineda continúa inspirando y transformando vidas.
Considero que mi trabajo lo hago con mucho amor, con mucho gusto. Mi trabajo me llena y me retroalimenta… todos los días aprendo y todos los días crezco. Eso para mi es una gran satisfacción
Conoce más sobre el testimonio de Yolanda
Una vida marcada por la resiliencia, gratitud y fé inquebrantable
Hoy, a sus 77 años, Yolanda mira hacia atrás con profunda gratitud hacia NPH, reconociendo cómo este lugar no sólo le proporcionó una educación sólida, sino también los valores fundamentales que la han guiado en su vida personal y profesional.
Viendo hacia atrás, recuerdo que me dije: estás para aprender, estás para crecer, estas para ver a tus hermanos. Y déjale a Dios… yo siempre he sido como muy amante de Dios, entonces le dije: me pongo en tus manos, lo que tu quieras hacer de mí estando aquí… que sea Dios el que me moldee mi camino, mi vida, mi familia y mi trabajo
Yolanda nos enseña que la vida está llena de oportunidades para crecer, aprender y transformarse. Su historia desde el dolor hacia la esperanza, marcada por el amor y el apoyo de Nuestros Pequeños Hermanos y el legado del padre Wasson, es un testimonio vivo de resiliencia y gratitud. Nos recuerda que, incluso en los momentos más difíciles, podemos encontrar fuerza en nuestros valores y en la fe. Que su ejemplo inspire a todos a buscar amor, aprendizaje y propósito en cada paso de sus vidas.
Para los jóvenes que actualmente residen en NPH, Yolanda tiene un mensaje de esperanza y estímulo:
Mando un abrazo para mis hermanos menores que ahora están internados. Aprovechen la oportunidad de estar en NPH porque les va a cambiar la vida. Aprovechen cada día, cada instante, disfrútenlo. Aprendan, estudien, porque este es el porvenir de ustedes… Hagan plena conciencia y aprovechen esta oportunidad que es de vida…Tengan valores, los valores que nos enseñó el Padre Wasson. Él era un padre amoroso, respetuoso y al pendiente de nosotros, para que nosotros podamos ser un semillero en la sociedad. Estudien, Dios los bendice a todos”.
A los donantes y voluntarios que hacen posible el trabajo de NPH, su generosidad y compromiso están cambiando vidas y construyendo un futuro más brillante para los niños y niñas que encuentran en NPH un hogar lleno de amor y oportunidades. Yolanda expresa su más sincero agradecimiento:
A los que donan y apoyan les agradecemos infinitamente, porque desde el cielo el Padre Wasson sigue con su semillero.
Recuerda que cada donación a Nuestros Pequeños Hermanos transforma vidas. Únete a nosotros para seguir ofreciendo amor y oportunidades a más niños y niñas.
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